Jóvenes activistas protegen los tesoros naturales de Colombia

Jóvenes desde la Amazonía hasta el Caribe están cerrando brechas entre generaciones para construir un futuro más sostenible

La Constitución colombiana de 1991 reconoció el derecho fundamental a un medio ambiente sano y exigió al gobierno tomar medidas para protegerlo. Pero a pesar de la serie de reformas que se hicieron para dar prioridad a la conservación, muchas de las voces más importantes quedaron al margen: las de los pueblos que históricamente han habitado y cuidado la biodiversidad más abundante y preciada de Colombia.

 

Las comunidades indígenas y locales que viven entre la biodiversidad colombiana manifiestan una profunda comprensión de su importancia como sustento de la vida. Su experiencia única en la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales las hace legítimas autoridades ambientales.

 

Ahora que la lucha contra el cambio climático es cada día más apremiante, los jóvenes han asumido el relevo como firmes defensores de la salud y la seguridad de sus comunidades y del planeta.

 

 

Ati Gunnawi Viviam Villafaña es una de las que continúan el movimiento por los derechos indígenas y la gestión responsable del medio ambiente, una joven líder y activista arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta, la cadena montañosa más alta de Colombia y la cordillera costera más alta del mundo.

 

 

Los arhuacos son uno de los cuatro pueblos indígenas que habitan y cuidan la Sierra Nevada, un territorio caribeño unido por una herencia ancestral y visiones comunes. El activismo de Ati está impulsado por esta visión compartida y profundo sentido de responsabilidad colectiva, por lo que se esfuerza por contribuir a prácticas autónomas, sostenibles y respetuosas con el medio ambiente a escala nacional e internacional.

 

Ati atribuye a su educación tradicional y universitaria el mérito de haberla llevado hasta donde está hoy. Por un lado, los mamos arhuacos (líderes espirituales) le transmitieron una profunda comprensión de la belleza y las leyes de la naturaleza que guían la gobernanza de sus territorios. Más tarde, sus estudios occidentales le ayudaron a reconocer la importancia de defender la legitimidad del conocimiento indígena en la sociedad y la política colombianas.

 

En última instancia, Ati ve su educación como un puente entre su comunidad y la sociedad, que mejora su capacidad para defender aquello que le importa.

 

 

En su puesto actual en la ONG Climalab, ayuda a analizar los planes de adaptación al cambio climático desde una perspectiva étnica, de género y de paz. Ha trabajado como aliada del programa Juntanza Étnica, apoyado por USAID, y participado en foros internacionales como la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre Acción Climática. En estas reuniones, Ati se ha unido a jóvenes poderosas como Malala, Greta Thunberg y otras para trascender las barreras lingüísticas y culturales y hacer un llamado unificado y rotundo a la acción.

 

Y aunque Ati sea joven, sus palabras resuenan con la sabiduría de sus pueblos:

Depende de nosotros [las nuevas generaciones de líderes] seguir creando espacios para que estas luchas y enseñanzas se hagan visibles. [La conservación] no se trata de un individuo abrazando árboles y cuidando la naturaleza, sino de un proceso comunitario que requiere un enfoque mucho más amplio y complejo.”

 

“Nos corresponde seguir ampliando espacios para que estas luchas y enseñanzas se visibilicen”.

 

En el extremo sur de Colombia se encuentra el departamento de Caquetá, la puerta de entrada a la Amazonía colombiana. Aquí vive y trabaja Dailer Montoya Díaz, participante en nuestro Programa de Jóvenes Resilientes apoyado por USAID.

 

 

Dailer es consejero juvenil, elegido por jóvenes en representación de la comunidad campesina de Caquetá. Su sueño, como joven agricultor, ingeniero agroindustrial y líder medioambiental, es ampliar las redes de educación y conocimiento de la región amazónica, trascendiendo las fronteras nacionales y fomentando una identidad compartida que se extienda más allá de Colombia.

 

 

Al igual que Ati, Dailer cree en la importancia de transmitir el conocimiento de generaciones anteriores a las nuevas, perseverando la lucha permanente de proteger el medio ambiente para las generaciones venideras. Busca constantemente el diálogo entre los jóvenes y sus mayores para fomentar una cultura de conservación y seguir creciendo y mejorando una visión colectiva de su territorio.

 

 

Dailer trabaja por esta visión con grupos como CORCARAÑO (Corporación Ambiental para el Fomento del Turismo Rural Comunitario) y Guardián Amazónico. Este último forma parte de una red nacional de 34 colectivos de comunicación que desarrollan habilidades para transformar narrativas a través del Laboratorio de Comunicación e Innovación Juvenil del Programa Jóvenes Resilientes.

 

También coordina un proyecto llamado Amazonía para la Humanidad, que pretende concienciar sobre cómo se está dando prioridad a la verdad, la reparación y la justicia para las comunidades amazónicas que se han visto afectadas negativamente por actividades explotadoras y comerciales.

 

 

Aprovechando sus plataformas y su red de líderes juveniles, la misión de Dailer es compartir las historias de los pueblos amazónicos que luchan por preservar su medio ambiente y su cultura. A través de este trabajo, reúne a la gente en un movimiento conjunto para proteger los valiosos recursos naturales, así como la memoria colectiva de la región.

 

“Queremos construir una cultura medioambiental y empoderar la toma de decisiones, que los procesos tengan incidencia y hagan transformación”.

 

Ati y Dailer llevan vidas extremadamente diferentes, como corresponde a sus entornos únicos. Pero a pesar de la distancia, comparten el objetivo común de proteger sus tierras, sus pueblos y sus modos de vida.

 

 

Sus historias son un llamado a la acción para todos, no solo para vivir de formas más responsables, sino para comprometernos con las distintas generaciones y construir una visión colectiva de un futuro más sano y sostenible.

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